lunes, 16 de abril de 2012

¡Perdón!

Reseña para Sigueleyendo sobre la última novela de Tao Lin, Robar en American Apparel.

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Estoy escribiendo este texto desde un lugar seguro, así que no se preocupen por mí. Para cuando vosotros lo leáis yo ya tendré otro rostro y otro nombre. Hoy vengo a hablaros del último libro de Tao Lin, a sabiendas de que teniendo en cuenta la que se lió hace ya más de un año, puede que mi cabeza —en algún punto del universo egosensorial– ya tenga algún tipo de precio. Dado que por suerte yo no soy ni RodrigoFresán, ni Milo J. Krmpotic, lo más probable sería que mi opinión pase felizmente desapercibida. Pero amigos, en Mundillo Literario Town nunca se sabe.

Yo —debo decirlo ahora— no soy superdotado, tampoco soy casi superdotado o prácticamente superdotado. No me acerco en lo más mínimo, siquiera, al concepto de “más listo de la clase”. Digamos más bien que yo era el tipo que estudiaba lo necesario para llegar al cinco y que lo demás era todo lo que Dios tuviera a bien concederme en forma de decimales. Tampoco soy crítico literario. Eso puede explicar mi acusante anhedonia en lo tocante a los últimos movimientos literarios que han azotado el mar editorial de un tiempo a esta parte, y por eso me prometí, hace algún tiempo, que nunca escribiría una reseña.

Por lo tanto, esto no es una reseña, que conste. Es decir, que no hay ninguna voluntad aquí de imponer una lectura o una cierta teoría general sobre el gusto. Vengo en son de paz, amigos, con una amplia sábana blanca ondeante y pidiendo clemencia antes de comenzar a escribir. Y ya llevo tres párrafos.
En primer lugar debo admitir que he leído el libro gratis, lo cual me predispuso de forma muy positiva para iniciar mi lectura. Lo encontré en una mesa, al alcance de cualquier mano curiosa y decidí aventurarme con él para tratar de comprender qué mierda pasaba con este autor para que se rasgaran tantas vestiduras, se intercambiasen tantos insultos velados en blogs y se derramase alguna que otra lágrima intelectual. Por aquella época, aunque poco, yo era más joven y por lo tanto más influenciable. Sin haber leído ni una sola línea de Tao Lin podía argumentar perfectamente porque no me gustaba, obviamente no lo hice nunca, pero dormía cada noche seguro de que no me equivocaba en perder mi tiempo y mi dinero —las apenas cien páginas de éste van por los 14 euros.

Pues bien, la colorida portada digna de una falda veraniega, se acabó oscureciendo en las profundidades de mi mochila hasta que llegué a casa y me dispuse a leer el libro. No empezaba mal. Podemos decir que la parquedad descriptiva de Tao Lin ayuda mucho a que el ritmo de lectura… Mierda, he oído un ruido. Algo va mal. Voy a ver qué pasa.

Vale, sigo.


El ritmo, sí. El ritmo empieza bien, el amigo Tao Lin digamos que funcionaliza el lenguaje hasta el mismo punto de hacernos creer que estamos leyendo las acotaciones de un guión de cine. Mierda, mierda, mierda. Perdón. Estoy algo nervioso, ¿vale? Es que no paro de oír ruidos fuera. Bueno. Vamos a ver. Ah sí, el título: Robar en American Apparel. ¿Ven como no soy un reseñista profesional? Bueno, es un título que llama la atención, claro está. El tipo ha dicho en alguna entrevista que su público objetivo son los hipsters y por lo tanto colocar el nombre de esa tienda le podría ayudar en su búsqueda de lectores perdidos. Naturalmente, el libro no va sobre cómo podemos robar en American Apparel, tampoco va sobre como American Apparel roba a sus clientes, porque no me digáis que no se pasan tres pueblo con el precio de la ropa, coño. Bueno da igual. Es que se merecen que les roben ¿o no? El otro día me quería comprar una chaqueta allí y costaba sesenta eurazos, ¿estamos locos? ¿Sabéis esa sensación de que os están haciendo pagar el doble de lo que una cosa en realidad cuesta? Vale, pues eso. Ya he mencionado que es una novela corta, una nouvelle, género que por otra parte interesa ciertamente porque soy muy vago. Si unimos los conceptos “novela breve” + “lectura rápida” todo suena realmente de maravilla para mí. Lo malo es cuando te pones a leer y descubres que lo que en un principio te gustaba, no por original, sino por correcto, se va transformando en algo que te aburre hasta el punto de comenzar a plantearte muy seriamente por qué cojones te sientes en la necesidad de llegar al final de algo que no tiene fin ni principio.

A pesar de la brevedad del libro, la novelita narra hasta dos años en la vida de Sam, su protagonista, un escritor joven de los que en Facebook hay a patadas, adicto a la comida vegana y exótica que duerme a destiempo, se plantea suicidios como yo me planteo si dejarme perilla o barba y mantiene relaciones extrañas con varias mujeres, dignas de aparecer en los cómics de Jeffrey Brown. Las relaciones, no las mujeres. Incluso el protagonista, en ciertos momentos, podría decir que me recuerda al comic WILSON de Daniel Clowes. El tipo en cuestión, Sam, habla mucho por el chat de gmail, pero no parece estar de todo en el planeta tierra, no sé si me explico. ¡Joder!, ¿habéis oído eso? Coño, han roto un cristal en alguna parte. ¿Lo estoy haciendo bien, no? No me he metido con nadie.

La verdad es que lo que menos soporto de una crítica negativa es cuando la toman con el escritor en sí. Es decir, Tao Lin te podrá gustar o más o menos cómo escribe o cómo promociona su obra, pero nadie con gafas de pasta te apunta al pecho con una pistola para que te guste. Yo tenía un prejuicio negativo antes de leer el libro, ahora sé que no me gusta pero tampoco perderé el tiempo en iniciar una campaña personal contra él o contra sus lectores. Sí que me gustaría preguntarme en voz alta si la incorrección lingüística es aquí una licencia literaria del autor o un fallo en la versión española del texto. Que algunas preguntas —en la vida real, no en el chat— no vengan marcadas por los aburrido signos ortográficos que nos avisan de que es una interrogación (pág. 95 y 96 por ejemplo), puedo tomarlo como un error garrafal de la edición ya que si esto ocurriese en las partes del libro en las que Sam o cualquier otro chatea, lo encontraría muy normal. Mierda, creo que han entrado. Perdón. Perdón. Ya vienen, ya vienen.

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