El sábado, en uno de mis arranques de hacer el burro en Facebook, coloqué el siguiente estado, el cual gozó de un cierto éxito debido a mi número de contactos:
Los microrrelatos son la burbuja inmobiliaria de la literatura española. Dejadlo ya, en serio.
Con esto venía a decir, más o menos, que el género "microrrelato" a mí -a título personal- me parece una tomadura de pelo la mayor parte del tiempo, puesto que goza de cierta fama y me temo que esta fama también se debe a que hace falta menos esfuerzo para terminar de escribir un microrrelato que un relato de los de toda la vida. Eso implica que el número de escritores de este micro-género sea a día de hoy abrumador y el que más o el que menos pues tiene media libreta escrita de frases más o menos ingeniosas o de párrafos que más o menos bien tendrían su gracia si pertenecieran a algo más desarrollado. Con la comparación con la burbuja inmobiliaria hacía referencia a que posiblemente solo un diez por ciento del contenido de cualquiera antología de microrrelato sí que merece ser antologado, es decir, que estoy seguro de que alguien tiene que haber que tenga sus aciertos en este campo literario, al mismo nivel que muchas antologías de poesía o de cuento tienen morralla, y que compramos el pack entero a pesar de solo gozar de un porcentaje minoritario. El chiste tuvo su éxito y nos lo pasamos bien comentando en mi muro un rato, que en realidad era de lo que se trataba, sacarle un poco de hierro al asunto de la literatura y de ser escritor y todo esto, que de vez en cuando, creo, hace falta.
Ayer el escritor y traductor Javier Calvo -al que tengo el gusto de conocer en persona y con el que tengo la suerte de haber contado con su colaboración en el fanzine 5.000 negros- publicó un comunicado en su blog para anunciar que desde el día de ayer nunca jamás volvería a participar en un proyecto editorial si no era cobrando. Hasta aquí, todos mis respetos, cada uno ha de hacer con su tiempo y su trabajo lo que considere oportuno. No obstante, dentro del blog, además de algunas acertadas reflexiones, hubo un fragmento que me hizo detenerme a pensar, cosa a la que no soy muy dado. El fragmento es éste:
Mi pregunta es la siguiente: ¿cuántas de esas publicaciones/medios/editoriales que no pagan son realmente tan necesarios como para justificar el hecho de no pagar a nadie y contribuir a esa degradación infame de la profesión? Si uno no tiene dinero para pagar a los colaboradores, ¿no tendría más sentido no montar una editorial / revista / web / etc?? Con franqueza, ¿necesitamos verdaderamente tantas revistas web y editoriales independientes y demás? A los trabajadores del mundo de la cultura nos bastaría con que hubiera una décima parte pero que pagaran a los colaboradores.Inevitablemente esto me recordó a la idea del sábado de una burbuja inmobiliaria instalada en el sector literario-editorial en nuestro país. Y me pregunté: ¿Existe una burbuja en el sector literario-editorial en nuestro país?
En la Wikipedia se define así el concepto de que es una "burbuja financiera":
"La especulación financiera se caracteriza por una subida anormal y prolongada del precio de un activo o producto, de forma que dicho precio se aleja cada vez más del valor real o intrínseco del producto. El proceso especulativo lleva a nuevos compradores a comprar con el fin de vender a un precio mayor en el futuro, lo que provoca una espiral de subida continua y alejada de toda base factual." (Wikipedia)
Y por no aburrirme leyendo, me dio por traducir -como haría Juan de Mairena- esto al sector literario-editorial. Creo que quedaría algo así:
"La especulación de contenidos literarios se caracteriza por una subida anormal y prolongada de la variedad y cantidad de oferta cultural en forma de revistas (digitales o no) y editoriales, de forma que los encargados de dotar de contenido a éstas, al existir un número amplio de oportunidades y un número reducido de colaboradores de calidad, el valor cultural de estas publicaciones se aleja cada vez más de la excelencia que desean los lectores y, en ocasiones, los propios responsables editoriales. Este proceso lleva a que, debido a que el pastel (el número de gente que realmente compra y lee libros) es el mismo de siempre y que la cantidad de comensales de ese pastel ha aumentado casi de forma exponencial, los beneficios se reducen y la posibilidad de poder disputarse económicamente a esas colaboraciones de calidad se complica. A menos dinero, menos inversión en contenidos y por lo tanto menos calidad (salvo casos muy contados), pero el producto final se vende al mismo precio de siempre."
Lo que normalmente me hubiera dado para iniciar una fotonovela de las mías o un vídeo con subtítulos parodiando todo esto, hoy me ha dado por mirar en la Wikipedia. Cosas de la resaca, oiga. Por supuesto, no creo que haya respondido a la pregunta que me formulo en el título de la entrada, ni creo que trasladando un texto de un contenido económico a otro que no lo es vaya a encontrar la respuesta. Simplemente me ha dado un pánico atroz pensar que algún día se pueda llegar a realizar un documental sobre La burbuja de la edición, tal y como se realizó con la burbuja del arte contemporáneo.
Yo creo, que si podemos darnos cuenta de algo a tiempo, pues mejor. ¿No? Se supone que tenemos que haber aprendido la lección después de cuatro años de crisis.